Cualquiera que haya prestado atención a la letra chica debajo de un gráfico o de un informe financiero se habrá topado con este descargo: “El rendimiento pasado no garantiza resultados futuros”.
El mensaje es claro: que un activo haya estado en una tendencia alcista no quiere decir que, hacia adelante, esa tendencia se respetará. Otra interpretación: los rendimientos generados por este gestor de fondos en el pasado no implican necesariamente que se generen en el futuro.
Si bien es un simple descargo legal, se trata de un excelente consejo a la hora de analizar una inversión. Lamentablemente, muchos lo ignoran.
Lo vivimos a diario. Por ejemplo, cuando comienzan las preguntas sobre $NVDA, después de que la acción subió más de un 100% en lo que va del año. O el caso de $HAVA, una de las tantas voladuras del Panel General, que subió más de un 200% en dólares el año anterior.
Esto no quiere decir que los rendimientos pasados sea información que debamos descartar. De hecho, para hacer análisis técnico contamos con el comportamiento del precio en el pasado para poder establecer escenarios de lo que puede ocurrir en el futuro. Pero esto es muy distinto a invertir en un activo esperando que continúen las ganancias que dio en el pasado.
Invertir en sentido contrario a aquel descargo legal es equivalente a conducir un auto mirando a través del espejo retrovisor. ¿El resultado? Seguramente tendrás un accidente.
La mejor forma de evitar errores, y mejorar el proceso de toma de decisiones, a la hora de invertir es entender el por qué uno incurre en estos errores. Y más si se tratan de aspectos del control emocional en el trading.
Joe Wiggins, de Behavioural Investment, explica algunos de las razones por la cuál, a veces, invertimos mirando el espejo retrovisor:
Extrapolación: Parece que no podemos evitar creer que las tendencias del pasado reciente persistirán, incluso cuando esta visión parece contraria a cualquier análisis racional. Una parte crítica de este comportamiento anómalo es el poder de contar historias. Cuando los activos o fondos entregan un rendimiento excepcionalmente fuerte (o débil), se tejen narrativas para explicarlos. Estas historias convincentes que justifican rendimientos inusuales también refuerzan nuestra creencia de que perdurarán.
Sesgo de Resultado: Aparte de nuestro ineludible cortoplacismo (más sobre eso más adelante), el sesgo de resultado es probablemente el fallo conductual más dañino sufrido por los inversores. Sea para una acción, fondo o clase de activo, cuando somos testigos de un fuerte rendimiento atribuimos a esa cosa una bondad inherente (y viceversa). Los altos rendimientos pasados nos dan una confianza creciente en las credenciales de una inversión. Debe ser buena, ¿no has visto los rendimientos?
Gratificación Instantánea/Demorada: Inherente al impacto paradójico que el rendimiento pasado tiene en nuestra toma de decisiones es la compensación entre la gratificación instantánea y la demorada. Tenemos una preferencia arraigada por hacer cosas que nos hacen sentir mejor en el momento en lugar de esperar recompensas que pueden ocurrir en algún punto incierto del futuro. Perseguir el rendimiento nos da un golpe positivo instantáneo: estamos invirtiendo en áreas del mercado que están funcionando ahora mismo, las historias que lo respaldan son cautivadoras y todos piensan que estamos haciendo una llamada sensata. El enfoque alternativo nos da dolor ahora con cualquier beneficio a una distancia en el futuro.
El éxito en las inversiones siempre está vinculado con el futuro y no con el pasado. El mejor antídoto para evitar las malas jugadas que a veces nos juega nuestro cerebero es revisar el método que tenemos para tomar decisiones. Un conjunto de estrategias sólidas, y un checklist antes de invertir, pueden ahorrarte varios accidentes bursátiles.